Una exposición en la Facultad de Filosofía y Letras repasa la trayectoria vital y literaria de Luis García Montero, que ha sido el protagonista de la Semana Universitaria del libro
Si hubiera que resumir con un nombre la Semana Universitaria del Libro que ha celebrado la UCA este 2025, ése sería Luis García Montero. El autor ha recibido un homenaje en forma de exposición en la Facultad de Filosofía y Letras en la que sus comisarios, José Jurado y Nieves Vázquez, han hecho un repaso “por lo que he pretendido en la vida”, como agradecía el también director del Instituto Cervantes. García Montero reconoce la provincia de Cádiz como “mi casa” y la universidad, como un entrañable foro de la memoria donde aparecen antiguos compañeros como José Caballero Bonald o Fernando Quiñones. Pese a los innumerables compromisos que debía atender como director del Instituto Cervantes, el escritor gaditano no faltó a su cita con la Universidad de Cádiz, en la que impartió una conferencia y donde firmó en el Libro de Honor tras mantener una reunión con el rector, Casimiro Mantell.
Este año, la Semana Universitaria del Libro de la UCA se le ha dedicado a usted. Como catedrático, ¿los homenajes tienen un sabor especial cuando llegan desde la propia universidad?
Sí, los homenajes son muy especiales y cuando se hacen desde una Universidad y, en especial, desde la Universidad de Cádiz, pues son muy emocionantes. Mi vocación fue la literatura… pero yo me defino como un poeta-profesor. Tengo muchos amigos en Cádiz poetas, profesores, y además, me siento gaditano. Para mí, estar en la Universidad de Cádiz es como estar en mi casa y agradezco de corazón este homenaje.
¿Hay que reivindicar, en estos tiempos de incertidumbre, la importancia de las humanidades?
Sí, creo que es una reivindicación muy importante. Fíjate, en el Observatorio que tiene el Instituto Cervantes en Harvard se empezaron a hacer reflexiones sobre un debate que existe en los Estados Unidos: el de haber construido universidades sin alma. Universidades volcadas en el mundo de los negocios, en los intereses comerciales. Y la economía está bien, la ciencia es maravillosa, la técnica es imprescindible; pero, si se quedan sin raíces, sólo sirven para someter la dignidad del ser humano. Y por eso hay que apostar por unas Humanidades que sean las raíces de todo el desarrollo científico y técnico. Y por eso creo que debemos reivindicar las Humanidades.
La Biblioteca de Filosofía y Letras acoge la muestra Luis García Montero. El desorden que soy. Le convierto el título en pregunta, ¿cuál es el desorden de Luis García Montero?
A mí me gusta plantear la palabra “desorden”, porque creo que lo que las Humanidades suponen no es una simplificación de la vida, sino la invitación a un conflicto. Los jesuitas, y ahora que el Papa Francisco ha muerto hay que recordarlo, hablan de la palabra “discernimiento” porque hay que pensar las cosas, no valen las simplezas, hay que buscar los matices por encima de quienes hablan creyendo que están en posesión de la verdad. Y a lo que te invitan las Humanidades es a tener una conciencia crítica de matices, de conflictos más que una identidad cerrada. Y a reconocer el desorden que somos y la responsabilidad que tenemos para ordenarnos en la medida de lo posible.
No sé si le pongo en un aprieto. ¿Cuál es su postura respecto al debate que existe en la actualidad sobre universidades públicas y privadas?
En el debate de universidades públicas y universidades privadas yo lo tengo claro, porque hablo desde mi experiencia. La raíz de una democracia social que busque la igualdad en la libertad es la enseñanza, la enseñanza pública. Todo lo que sea castigar la enseñanza pública es favorecer un neoliberalismo que busca la desigualdad y el privilegio de los más fuertes, de aquellos que entienden la libertad como la ley del más fuerte. Y, en ese sentido, no cabe duda, enseguida se detecta cuál es la ideología de las personas que castigan lo público, los que castigan una voluntad de formación en igualdad de condiciones y los que prefieren favorecer a las élites.
¿Cómo fue esa experiencia que vivió usted?
Yo estudié en la Universidad a partir del año 1976 y recuerdo el orgullo que era para muchas familias de mis compañeras, de mis compañeros, que entrase un título universitario en una casa, que hubiera una orla en un salón. Y se vivieron momentos donde la ilusión de futuro era la ilusión de una igualdad compartida. A mí me parece que este castigo sistemático a lo público y a las universidades y este intento de favorecer lo privado, lo que está enfrentando claramente son dos visiones del mundo. Y digo claramente porque en medio de tanto debate y de tanta crispación, las cosas se confunden en la superficie y se nos olvida lo profundo. Y lo profundo es que hay un debate entre una democracia que busca igualdad y fraternidad y quienes quieren utilizar esa democracia en apoyo de los millonarios, de las élites y de la ley de los más fuertes.
Estamos en la Semana del Libro, en la que se conmemora el fallecimiento de Miguel de Cervantes. Vamos a imaginar que el Bachiller y el Barbero tuvieran que hacer un escrutinio en las redes sociales como el que hicieron en la biblioteca de don Quijote… ¿salvarían algún contenido?
La verdad es que preocuparse por las redes sociales es sensato porque, además, fíjate, nos pone en uno de esos conflictos de los que yo hablo cuando hablo de las Humanidades. Uno tiene, por una parte, la voluntad de decir “todo esto habría que prohibirlo, no se puede mentir tanto, no se puede lanzar tanto bulo”. Pero, por otra parte, uno también dice “como abramos la puerta de la prohibición, va a llegar el enemigo y va a prohibir todos los libros, desde Federico García Lorca hasta la Biblia, nos lo va a prohibir todo entonces”. Hay que buscar soluciones. ¿Yo qué haría con las redes sociales? Empezar por la prensa y buscar que todo lo que se publique en las redes sociales vaya firmado por un nombre. Que haya transparencia para saber a qué grupos pertenecen los medios y sus noticias, a quién representan y que haya también información sobre las redacciones. Hay que distinguir si se trata de un loco subvencionado para lanzar bulos por un grupo específico de poder o si se trata de un ámbito de periodismo serio que quiere dar información veraz a sus oyentes y a sus lectores. A mí prohibir me da mucho miedo porque la palabra prohibir después tienen muchas consecuencias. Pero transparencia y regulación son imprescindibles para la democracia.