Los escritores Alejandro Krawietz, Iván Cabrera y Francisco León han protagonizado la primera mitad del homenaje a Andrés Sánchez Robayna que, con motivo del Día del Libro, ha sido organizado por la Sección de Filología de la Facultad de Humanidades y el Departamento de Filología Española de la Universidad de La Laguna, para recordar la figura de quien fuera no solo un prestigioso académico sino una firma fundamental de la poesía española. Los tres ponentes fueron alumnos del homenajeado y recordaron su figura inspiradora tanto en su labor docente como en su faceta poética.
La sesión comenzó tras una breve presentación a cargo del vicedecano de Organización Docente de la Facultad de Humanidades, Carlos Brito, Alejandro Krawietz actuó como moderador de un diálogo a tres en el que se recodaron varias facetas de Sanchez Robayna, si bien algunas otras que estaban previstas, como su labor filológica o su escritura de diarios, no pudieron ser abordadas por falta de tiempo. El homenaje se ha celebrado justo el mismo día en que el gobierno autonómico ha anunciado que, entre las Medallas de Oro de Canarias que se enteraran el próximo 30 de mayo con motivo del Día de la Comunidad Autónoma, una será a título póstumo para el poeta que ha protagonizado este emotivo acto.
Sobre su labor docente, Francisco León reconoció que, cuando fue alumno de Sánchez Robayna en torno al año 1992, en un primer momento sus clases le parecieron “muy académicas, estrictas y pautadas pero, al mismo mismo tiempo, muy precisas y profundas”. A su juicio, el homenajeado tenía la capacidad de explicar de ideas que en aquellos momentos podían parecer complicadas con una “claridad meridiana”. También valoró que el recorrido de la literatura canaria que hacía desde el Siglo de Oro hasta las vanguardias, era una “sistematización muy exacta” y que en las suyas eran “clases vivas en las que la palabra poética siempre aparecía”.
Iván Cabrera conocía la obra de Sánchez Robayna desde que en el instituto tuvo acceso a la revista editada por él, “Sintaxis”, de la cual confesó no enterarse demasiado a aquella edad, pero ya intuir que en sus páginas había “algo valioso”. Por ello, ya en la carrera estaba nervioso al ser consciente de que le daba clases una gran figura de la poesía española. Destacó lo bien que seleccionaba los textos que se trabajaban en el aula y la generosidad que tenía para prestar ejemplares de su biblioteca personal si algún estudiante necesitaba acceder a algún material poco disponible, como fue su caso,
Por su parte, Krawietz recordaba una particularidad de sus clases, en las que siempre se producía un “descenso al texto” y en ellas alguno de los estudiantes debía leer en voz alta y era interrumpido por el profesor si la entonación o las pausas no eran las pertinentes. “De esa manera también estaba enseñando retórica y te hacía apreciar la carnalidad, la dimension física del poema”.
La revista Sintaxis fue otro de los apartados desarrollados por los tres ponentes, una publicación que recoge los intereses intelectuales de Sánchez Robayna y su aproximación rigurosa hacia la poesía. Gracias a ella, Krawietz tuvo la revelación de que «la poesía no se escribe para que se comprenda “, de tal modo que la literatura refleja una complejidad que está presente en la realidad, pero hay que desentrañar con el esfuerzo de un explorador.
León señaló que esa revista “rellenó con una luz especial” su imaginario literario y le enseñó a abrazar a complejidad. Explicó que la publicación era un fiel reflejo de lo que Sanchez Robayna calificaba como “la literatura de las excepciones”, al señalar ejemplos muy concretos de cada periodo de la tradición literaria, y tenía una aspiración clara: sacar la literatura española de la viejas pautas de los tiempos pre democráticos.
Para Cabrera, descubrir “Sintaxis” tan joven le permitió darse cuenta de lo mucho que le quedaba por aprender, y cree que era la mejor revista literaria de su época por promover una curiosidad intelectual “que hoy está en declive e, incluso, se critica”.
También hubo tiempo para hablar del taller de traducción que Sánchez Robayna puso en marcha en 1995 y duró 25 años ininterrumpidos, en sesiones celebradas rigurosamente cada martes, en las que se debatía durante horas un solo verso o una única palabra, con el fin de convertir lo que inicialmente era una rudimentaria versión literal en castellano en verdadera poesía. Los tres ponentes participaron en mayor o menor grado en ese taller, y reconocen que supuso un gran aprendizaje para ser rigurosos con su propia escritura.
Sobre su poesía, se recordó que Sánchez Robayna la definía como “una ampliación de la experiencia humana” y, para Francisco León, su lectura transformó su propia visión sobre el espacio insular. Cabrera recordó cómo el autor se situaba al lado de Rilke al defender la entrega total del poeta con su obre literaria, algo de lo que hizo gala a lo largo de una trayectoria de la cual también resaltó el rigor de sus diferentes etapas y cómo fue evolucionando desde una “topografía del paisaje” hasta una visión más metafísica.