40 años del rector Gala, el hombre que refundó en el siglo XX el legado de Cisneros

Los silencios de Manuel Gala (Guinea Ecuatorial, 1938) podrían ser declarados Patrimonio de la Humanidad si alguien se lo propusiera. Los desata cualquier pregunta sobre los días en que el ex rector de la Universidad de Alcalá reconstruyó, piedra a piedra, su pasado glorioso. Y no porque le falte discurso, valentía o clarividencia. Son silencios cargados de sustancia y de memoria que casi se pueden tocar. Silencios en los que a Gala le asiste lo vivido (Quevedo dixit) y parece meditar cuántas de aquellas horas gloriosas caben en la entrevista.

Durante unos segundos, el tiempo se detiene y es fácil llegar a la conclusión de que se ha completado la respuesta, pero no. Es solo un alto en el camino, un punto de inflexión a partir del cual el relato puede seguir su curso o tomar un rumbo completamente distinto.

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“Recuerdo el día en que un profesor de la universidad, (…) Me parece que era Sastre, (…) me enseñó un plano de la ciudad cuando estaba en la campaña electoral para ser rector y en la que se me consideraba como perdedor seguro (…) [risas] (…) Lo que son los accidentes de la vida (…) Miré el plano con los edificios y pensé: ‘Esto es un proyecto’”.

40 AÑOS DE LA LLEGADA DE MANUEL GALA AL RECTORADO DE LA UAH

En 2024 se cumplieron 40 años de aquel accidente, que marcó para siempre el devenir de la Universidad de Alcalá, y el pasado un de marzo se cumplieron también las cuatro décadas desde la aprobación de los primeros estatutos de la UAH adaptados a la Ley de Reforma Universitaria, la primera ley de universidades de la España democrática. Dos efemérides que ofrece una oportunidad tan buena como cualquier otra para pedirle al padre (re)fundador de la UAH que nos cuente la historia aquella de cómo se fraguó la recuperación del legado centenario del Cardenal Cisneros tras más de siglo y medio de ostracismo, olvido y expolio.

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Porque Manuel Gala no solo ganó aquellas elecciones, sino también las de 1990, 1994 y 1998. En total, 18 intensos años en los que se recuperaron edificios en ruinas, se fueron incorporando facultades y se dotó a la institución de un proyecto y una identidad sólidos. “Cuando yo llego al Rectorado, soy rector en la torre de control de un campo de aviación abandonado”, recuerda mientras contempla las paredes del Paraninfo.

“Alcalá era un proyecto nuevo y tenía que competir con la Universidad Complutense, la Politécnica y la Autónoma. Y además había nacido como unos barracones”, detalla Gala aferrándose a su bastón de madera como si fuera una toma de tierra que le conecta con el suelo que él mismo ayudó a restaurar. “Hicimos unas catas arqueológicas para saber exactamente cómo era el suelo original y después se lo encargamos a unos alfareros de Sevilla”, explica.

 

«PAGUÉ LA BIBLIA POLÍGLOTA COMPLUTENSE BIEN CARA»

Y en una sucesión de catas arqueológicas por la prodigiosa memoria de Manuel Gala se convierte también la hora y media de conversación. En una primera cata revela cómo consiguió un ejemplar original de la Biblia Políglota Complutense: “Dos años después de estar yo de rector la compramos de Estados Unidos. Y la pagué bien cara, porque exigí que se pagara oficialmente”.

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En otra alude a un triple propósito que se hizo a sí mismo con 20 años durante un viaje en autostop hasta Calcuta: “Uno era que no me gustaba tener jefes. Tampoco me gustaba tener horarios fijos, aunque trabajara más. Y el tercero, que iba a estar cambiando siempre”, enumera, antes de explicar por qué solo cumplió los dos primeros. “Al llegar aquí, me lo pasaba tan bien que no quise cambiar”, se justifica.

Y en una tercera cata habla de cuál fue la filosofía de su proyecto para la UAH: “Yo quería una universidad dedicada al conocimiento y no al título, pero también quería una universidad de convivencia, de igualdad, en la que profesores y estudiantes formaran parte de un mismo cuerpo”.

Se notaba en ello la influencia de la universidad española de finales de los 50, en la que se había formado y en la que “los hijos de los vencedores se rebelaron contra sus padres”. O de las universidades americanas de los 60, en las que completó su formación (Chicago) y dio clases (UCLA). “Era la América de la protesta contra Vietnam, de la rebelión de los negros en que quemaban sus propias ciudades; del movimiento hippie, en el que jóvenes con buena educación predicaban el amor frente a la guerra, que todo tiempo pasado valía la pena y que todo futuro podían iniciarlo los propios jóvenes”, recuerda el ex rector de la UAH. “Y eso me influyó mucho cuando llegué aquí”, concluye, en referencia al importante peso que quiso dar siempre a la participación estudiantil aprovechando los primeros compases de la democracia.

 

 

Tanto fomentó la implicación de los estudiantes en la construcción de la UAH y tanta importancia le concedió a la voz de los alumnos en la toma de decisiones, que Manuel Gala fue siempre apreciado por ellos. De hecho, no hay más que revisar la hemeroteca para comprobar cómo el rector fue manteado al grito de «¡Torero, torero!» por los representantes estudiantiles en 1985 tras la aprobación de laquellos primeros estatutos de la institución en su etapa moderna. 

 

EL DECANO DE LOS RECTORES LRU

Porque lo cierto es que Manuel Gala llegó en 1984 y se convirtió en el primer rector nombrado por la Ley de Reforma Universitaria de 1983, la primera Ley de Universidades de la democracia. Algo que le permitió ser considerado durante casi dos décadas “el decano de los rectores españoles”.

 

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P. ¿Qué es lo que más echa de menos de ser rector de la Universidad de Alcalá
R. Poder trabajar para ella.

P. ¿Se sigue sintiendo universitario a sus 87 años?
R. Y sigo pensando en el futuro.

Porque ni las catas ni los silencios son en Gala una forma de ensimismarse con lo que quedó atrás. Él siempre concibió los tiempos pretéritos como un constante trampolín hacia lo que queda por construir. “Pusimos el eslogan de ‘Al futuro con el pasado’ y eso fue lo que hizo la Universidad de Alcalá: volver a traer el pasado al presente, pero con una finalidad: volver a convertirse en una ciudad del saber”, argumenta.

P. ¿Se ha completado el proyecto que usted tenía en la cabeza?

R. Me lo han preguntado muchas veces y yo siempre respondo que no, porque si los proyectos se acaban es que ya no hay futuro.

 

Y de futuro, precisamente, la Universidad de Alcalá va tan sobrada como de pasado.