La juventud de Oriente Medio habla sobre las consecuencias del conflicto

Aunque el alto el fuego que ha entrado en efecto en el Líbano ofrece esperanzas a la infancia de ese país, las largas semanas de violencia han cambiado las vidas de los jóvenes en Oriente Medio. En algunos casos, no se pueden mover libremente, o han perdido sus hogares o a integrantes de sus familias. Todos estos niños y niñas y todos estos jóvenes están preocupados por el futuro de sus países. El miedo ha alterado su capacidad de imaginar un futuro positivo para ellos mismos

Yasmin, una niña de 13 años de edad, vive en la
Franja de Gaza. La niña dice que hasta que se desató el conflicto
su vida era hermosa y que no sufría los temores que ahora padece
todos los días. «No puedo ir a nadar. No puedo ir a ningún lado. No
puedo explorar la Red debido a los cortes de electricidad»,
explica. «Ni siquiera puedo bañarme porque está cortada el
agua».

Shuki, de 14 años, residía en
Kiryat Simona, en el norte de Israel. «Allí se podía caminar
libremente», comenta. «Era una ciudad muy tranquila». Sus padres lo
enviaron a casa de unos parientes en Jerusalén, porque allí corre
menos peligro. Sin embargo, comenta Shuki: «En Jerusalén cualquier
pequeño ruido provoca un sobresalto aunque uno sabe que se
encuentra en un sitio seguro».

Los jóvenes de Oriente Medio sufren
los efectos de la violencia cotidiana que les rodea. Mazen, un
estudiante universitario de 20 años de edad que lleva a cabo
labores voluntarias en un refugio para personas desplazadas en
Beirut, la capital del Líbano, está preocupado por las
consecuencias que todo esto tendrá a largo plazo en los niños y
niñas.

«Se nota en sus dibujos», explica.
«Los niños dibujan cañones y bombas que caen del cielo, y cuerpos
ensangrentados. Se trata de niños y niñas que antes solían dibujar
cosas normales, como flores y casas».

“Nunca serán lo que eran”

Aunque el alto el fuego que ha entrado en efecto en
el Líbano ofrece esperanzas a la infancia de ese país, las largas
semanas de violencia reciente han alterado las vidas de los jóvenes
en Oriente Medio. En algunos casos, no se pueden mover libremente,
o han perdido sus hogares o a integrantes de sus familias.

Mona, de 16 años de edad, vive en Siria. La ciudad donde vive
comenzó a recibir un intenso flujo de refugiados libaneses desde el
comienzo de las hostilidades. «Muchas escuelas están llenas de
refugiados libaneses», explica. «Y las viviendas para estudiantes,
que se vacían en el verano, también han sido ocupadas por
libaneses».

Mona tiene familiares en el Líbano, donde solía ir de
vacaciones. «El Líbano nos parecía un lugar lleno de vida», se
lamenta. «Ahora está muerto. Todos esos niños y niñas crecerán
rodeados de violencia, y nunca serán lo que eran».

En Gaza, Basem, un niño de 16 años de edad, dice una noche se
despertó sudando profusamente. «Estaba durmiendo, pero me desperté
con palpitaciones, porque unos aviones F-16 habían bombardeado un
campo de fútbol palestino que se encuentra junto a mi casa».

Hora de que sanen las heridas

Todos estos niños y niñas y todos estos jóvenes están
preocupados por el futuro de sus países. «Muchos de mis profesores
y profesoras se han ido», explica Mazen. «Yo veo que las personas
más inteligentes del Líbano se alejan. ¿Quién va a reconstruir este
país? ¿Quién va a educar a nuestros niños?».

Mazen también está preocupado por la pérdida de sensibilidad por
parte de quienes han sufrido tanta guerra. «Cuanto mayor es el
número de personas muertas, menor es el efecto que tienen las
muertes individuales en las personas», explica. «Lo más importante
es seguir sintiendo empatía por quienes pierden la vida».

Shir, de 16 años de edad, vive en Haifa, en la región
septentrional de Israel. Shir aún tiene planes para el futuro,
aunque se pregunta si esos planes podrán hacerse realidad. «Me
gustaría poder viajar por Siria, por Egipto, Jordania y el Líbano»,
comenta la niña. «Me gustaría poder ver esos lugares y conocer a
sus habitantes. Mi abuela nació en Siria, cerca de la frontera, y
yo quiero ver el lugar donde nació mi abuela. Pero por ahora no
puedo, porque somos enemigos».

Los jóvenes de Gaza, Israel y el Líbano tienen mucho en común:
tienen miedo. Ese miedo altera sus vidas y afecta su capacidad de
imaginar un futuro positivo para ellos mismos. Cuanto antes se
resuelva el conflicto que les rodea, antes comenzarán a sanar sus
heridas.

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