En Gaza y en la localidad israelí de Sderot, niños y jóvenes sufren la amenaza diaria de la violencia

Aunque las diferencias entre israelíes y palestinos parecen irreconciliables, los niños y niñas de ambos pueblos se sienten igualmente atrapados en un conflicto que no desean y que limita sus vidas. Dos chicas, una palestina y otra israelí, nos cuentan cómo viven la situación y sus esperanzas de un futuro de paz

Julie tiene 17 años de edad y
reside en Gaza, en el Territorio Palestino
Ocupado. La violencia siempre ha formado parte de su vida de manera
intermitente, pero la semana pasada su comunidad sufrió un aumento
del nivel de las hostilidades, tanto de las que
enfrentaron a las facciones palestinas de Hamas y Fatah, como de
los ataques de la Fuerza Aérea de Israel.

Oria, por su parte, tiene 16 años y
vive en la localidad israelí de Sderot, a pocos
kilómetros de la Franja de Gaza. Ella también ha vivido siempre en
un clima de relativa violencia, pero la última semana su vida se ha
visto profundamente alterada debido a que Sderot ha sido blanco de
los cohetes Qassam disparados desde Gaza.

«Se reanudaron los combates y la
situación es horrible», comenta Julie desde Gaza. «Daba mucho miedo
porque se combatía en todos lados, y todos corríamos peligro. Ni
siquiera se estaba a salvo en el hogar, de manera que te puedes
imaginar cómo sería en la calle «.

Los efectos en la educación

Para Julie, el peor aspecto de la
violencia consiste en tener que vivir en un estado
constante de temor
. Sin embargo, también le altera el
cierre de su escuela, aunque se trate de una interrupción temporal.
«No pudimos hacer nuestros exámenes finales. Eso me alteró
profundamente. Es que nos pasamos todo el año estudiando mucho, y
todos estábamos muy animados ante la proximidad del fin del año
escolar. Y ahora, de repente, nos levantamos una mañana esperando
poder ir al colegio, pero en cambio recibimos una llamada
telefónica y nos dicen que nos quedemos en casa». Imagen del
UNICEF

En Sderot, Oria también sufre
debido a la imposibilidad de moverse y a la interrupción de su
educación escolar debido a la violencia. «Una no sabe lo que le
puede pasar, de manera que trata de no correr riesgos», se lamenta
la niña. «Ante todo soy estudiante. Tengo exámenes de mitad de
curso y no puede estudiar aunque quiera, porque cada vez que
empiezo a hacerlo suenan las alarmas. Ayer hice un
examen de inglés y no me pude concentrar debido al miedo».

«Nuestra infancia no es normal»

Con respecto a la situación de los
niños y jóvenes, Oria nota grandes similitudes entre vivir en
Israel y residir en el Territorio Palestino Ocupado. «La vida de
una adolescente en Gaza es igual a la mía, porque tampoco ella
puede dormir de noche, como yo. Los habitantes de Gaza no quieren
guerra».

Oria agrega que la infancia es
igual en todo el mundo, y que privar a los niños y niñas de ella es
algo igualmente malo en cualquier sitio del mundo.
«Creo que nuestra infancia no es normal», dice Oria, «porque cuando
escucho historias sobre la infancia de mi madre, o la infancia de
mi abuelo en Marruecos, comprendo que la suya fue muy diferente a
la mía.

Todos dicen que la generación
actual es más violenta y agresiva, pero es que tenemos que serlo.
Yo no soy violenta ni agresiva, pero noto que otra gente sí lo
es».

Julie, en Gaza, se hace eco de esas
palabras cuando medita en voz alta acerca de las vidas de los niños
y niñas en otros lugares. «No somos como otros jóvenes en otras
partes del mundo», dice. «Lo único que vemos es la guerra.Guerra en todos lados«.

Sin embargo, Julie no siente
resentimiento, y cree que los niños, niñas y jóvenes tienen la
importante función de mantener viva la esperanza de un futuro más
pacífico. «No podemos perder la esperanza», dice, «porque si no, no
queda ninguna razón para vivir. Por eso debemos seguir esperando
que la situación mejore pronto».

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