El drama de los desplazados en Georgia
Las historias de las familias afectadas por el conflicto que castiga a la región georgiana de Osetia del Sur son diferentes en los detalles, pero comparten la misma incertidumbre sobre el futuro. Los ataques han obligado a miles de familias a abandonar sus hogares y ahora afrontan una situación de desplazados que nunca antes creyeron posible tener que vivir
El cese de las hostilidades acordado a mediados de agosto aún se
mantiene y muchos de los pobladores de Georgia desplazados y de
quienes buscaron refugio en Osetia del Norte han
regresado a sus lugares de origen. Sin embargo, las consecuencias
del conflicto armado se seguirán sintiendo durante
mucho tiempo. Testimonio de ello es la situación de dos familias
que permanecen en una guardería y unmonasterio, respectivamente.
Vivir en una guardería
La guardería «Imedi» (Esperanza), recientemente rehabilitada y
pintada, se encuentra en Tiflis, la capital de Georgia. En
circunstancias normales, la guardería habría permanecido cerrada
hasta septiembre, cuando llegan a su fin las vacaciones de verano.
Sin embargo, el destino quiso que reabriera sus puertas mucho
antes, y que en vez de recibir a niños y niñas bronceados y
descansados, se convirtiera en un albergue para los desplazados por
el conflicto que se desató en la región entre 7 y el 8 de
agosto.
La familia de Levan Gambashidze llegó a la guardería proveniente
de Eredvi, una aldea localizada a 13 km de Tskhinvali, la capital
de Osetia del Sur.
«Éramos ocho en un automóvil. Queríamos llegar a Gori, pero nos
enteramos de que estaban bombardeando Gori. Finalmente, terminamos
en Tiflis, en esta guardería», explicó a UNICEF el Sr. Gambashidze,
cuyo estado emocional se reflejaba en el temblor de sus manos. «Nos
separamos de todo lo que teníamos… Nuestros familiares de más
edad, nuestros hogares… Y no sabemos qué es lo que nos
espera».
Los tres hijos de Levan -Mariam, de nueve años, Dato, de ocho, y
Elene, de cinco- se movían inquietos alrededor de su padre mientras
éste conversaba. Los niños parecían felices. «Lo que más echo de
menos son mis amigos y mis mascotas que se han quedado atrás», dice
Mariam, la hija mayor. «Pero pronto regresaremos a casa y volveré a
verlos. Eso espero».
«Les hemos explicado a los niños que vivimos aquí por unos días
por razones de negocios y que pronto volveremos a casa», añadió
Nanuli, la abuela de los niños, de 62 años de edad. «Sin embargo,
me parece que intuyen que ha pasado algo malo».
En el monasterio de Osetia del Norte
Algo similar ocurre en Osetia del Norte, que forma parte de la
Federación de Rusia. En esa región -y más precisamente en Alagir
(un monasterio para mujeres en el que reinaba una atmósfera de paz
y contemplación) ha sido habilitado para albergar a las familias
que abandonaron sus hogares debido a los combates y huyeron hacia
el norte.
Dzerassa tiene cuatro niños de corta edad y espera al quinto
hijo. Ella y los niños huyeron de Tskhinvali el mismo día que
comenzaron los ataques y se dirigieron al norte. La familia
consiguió alojarse en el monasterio de mujeres Bogoyavlensky,
ubicado en Alagir, Osetia del Norte. Ahora llora desconsoladamente
y sólo puede decir que espera que su bebé nazca sano y que no tenga
ningún problema
«Mi casa quedó completamente destruida. Varios parientes fueron
a verla y me dieron la mala noticia», comentó Dzerassa a UNICEF.
«Mi marido permanece desaparecido, nadie lo visto desde hace días y
no sé qué pensar».
En Georgia, más de 600 edificios han sido destinados al
alojamiento de unos 128.000 desplazados, mientras que en Osetia del
Norte se ha ofrecido albergue provisional en 40 edificios a quienes
huían desde el sur. Inicialmente, unas 30.000 personas han huido a
Osetia del Norte. Muchas se alojan con familiares y amigos,
mientras que otras deben permanecer en refugios públicos, como el
monasterio.
Prioridad al regreso a la normalidad
Las oficinas de UNICEF en Georgia y la Federación de Rusia
llevaron a cabo una evaluación rápida de las necesidades más
urgentes de los pobladores desplazados y comenzaron de inmediato a
prestarles asistencia. En una nueva fase de su labor humanitaria,
UNICEF se concentra ahora en la prestación de asistencia a los
repatriados. La máxima prioridad es el suministro de botiquines de
higiene y alimentos complementarios para lactantes, y la prestación
de apoyo psicosocial a los niños y niñas afectados.
Según Giovanna Barberis, Representante de UNICEF en Georgia, el
conflicto ha tenido efectos devastadores para los niños y niñas.
«La tensión nerviosa que perciben en sus padres, las muertes y los
bombardeos de los que han sido testigos estos niños, así como su
posterior desplazamiento… Todo eso les ha causado profundos
traumas psicosociales que impedirán la normalización de sus vidas
hasta dentro de muchos meses, o quizá años», explica.
El restablecimiento de la normalidad es uno de los objetivos
prioritarios de la respuesta a la emergencia de UNICEF. Con vistas
a la reanudación de las clases el 15 de septiembre, UNICEF
distribuye en Georgia unas 400 «escuelas en una caja». Cada una de
ellas contiene material escolar suficiente para dar clase a unos
100 alumnos. UNICEF colaborará con las autoridades de educación
para integrar cuanto antes el apoyo psicosocial en los programas
escolares y para que, a medio plazo, se añada a las actividades
escolares un componente de educación para la paz y la
tolerancia.
La recuperación psicosocial
En Osetia del Norte, la respuesta de UNICEF ha incluido el apoyo
al gobierno local para garantizar que los niños y niñas cuenten con
escuelas y aulas en buenas condiciones, así como con suficientes
elementos escolares.
Además de ello, un componente fundamental de las labores de
UNICEF en esta región consistirá en ayudar a los niños y niñas a
superar sus traumas psicológicos.
«No hay duda de que se trata de un gran desafío», señala Rashed
Mustafa, que dirige la oficina de UNICEF en el Cáucaso del Norte.
«Sin embargo, contamos con la valiosa experiencia que adquirimos
durante el vasto programa de recuperación psicosocial que llevamos
a cabo tras la crisis de la escuela de Beslan, en 2004».
Casi todos los albergues provisionales donde se recibe a las
personas desplazadas carecen de agua potable y servicios sanitarios
básicos. Algunos ni siquiera cuentan con suministro eléctrico.
Muchas personas deberán permanecer en los refugios durante los
próximos meses de otoño, porque han perdido sus hogares o sus
aldeas continúa el peligro y se teme que vivirán en condiciones
precarias debido a la llegada del frío y al empeoramiento de las
condiciones de vida en los centros colectivos.